Lo primero que debes saber es si eres un padre con autoridad o un padre autoritario. ¿Cuál es la diferencia? Los padres autoritarios se comunican muy poco con sus hijos: no los oyen, son extremistas en reglas y normas, poco los tienen en cuenta y en todo momento les exigen obediencia y sumisión. Es muy común que lleguen a pensar, incluso, que el castigo los hace más fuertes para enfrentar la vida.
Sin embargo, al ver la realidad, se forman hijos tristes con personalidades y auto-conceptos débiles e inseguros en sus relaciones con los adultos, puesto que proyectan la imagen de su padre en ellos y presuponen que los miran, controlan, supervisan y castigan a toda hora y por cualquier motivo.
En el ámbito escolar estos niños suelen ser aislados, temerosos y solitarios. O, por el contrario, el abuso de autoridad puede generar en ellos el efecto exactamente contrario: El maltratado se convierte en maltratante, pasando de ser agredido a agresor.
ABUSO
Al pensar en abuso creemos que solo existe el abuso o maltrato físico, sin embargo, también existe y es de cuidado el abuso emocional, ese que cada vez se presenta con mayor frecuencia en los hogares de manera rápida y silenciosa. Ten presente algunas de las acciones y examina si se están presentando en el tuyo:
- Humillan, desprecian o ridiculizan todo aquello que hace el niño.
- Resaltan continuamente sus debilidades.
- Tratan al niño con indiferencia, ignorando o dejando de hablarle.
- Le llaman la atención delante de otras personas para que se sienta avergonzado.
- Invalidan continuamente sus sentimientos.
- Responsabilizan o culpan al niño de los sentimientos del padre o de la madre.
- Chantajean emocionalmente al niño para conseguir sus objetivos.
- Hacen uso con frecuencia del victimismo para que haga lo que se desea.
- Juzgan o critican a las amistades del niño con frecuencia.
- No apoyan las decisiones que el niño toma.
- No dan valor ni reconocen los éxitos que el niño va alcanzando.
- Invaden su privacidad.
Nunca es tarde para cambiar y mejorar, y aunque parezca difícil encontrar un punto justo para ejercer autoridad sin pasar al abuso, ¡sí es posible! Pon en práctica las siguientes recomendaciones:
- Educarlos con límites, pero con la posibilidad de acudir al diálogo cada vez que se necesite.
- Socializar los principios o valores que guiarán al hogar.
- Hacerles entender que existen jerarquías.
- Acordar entre todos las reglas de la casa. También, fijar claramente cuáles son y qué consecuencias hay si no se respetan o se cumplen a cabalidad.
- Usar consecuencias educativas en lugar de castigos.
- Respetarse unos a otros, ya que es necesario para la formación de la personalidad y la autoestima.
- Reprender la conducta sin tocar el ser.
- Reflexionar sobre los malos actos y animarlos a proponer soluciones en conjunto.
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